Éste se llamaba Eliseo. A la zorra de batida una mañana nos fuimos por darle la alternativa. Pensando que era más fino, en montes de Fuentehaca y Puntal de San Francisco sonó la trompa de caza; entre seguidos gritos en la cuesta de Los Cerezos estaban las escopetas.
Allí fue donde Eliseo descargaba su conciencia.Una zorra dando saltos se presentó a su vera y le pareció el “ardacho” que había en Tejeda. Aunque es un robusto mozo se le acortaron las fuerzas y en su mano no hubo dueño para disparar la escopeta.Miguel Escamilla, el tigre de la campaña, también la mató ese día a una distancia muy larga.Pero Eliseo asustado de aquella cacería le tuvieron que sangrar y aplicarle sanguijuelas.
Al enterarse del caso todos los cazadores del pueblo lo solicitaron por su buen comportamiento.
Al enterarse sus tios y sus primos de Henarejos, una carta, con urgencia, al momento le escribieron “que cogiera su escopeta, su cuchillo de monte, la canana y talego de cuero y se marchara con ellos a ver si pueden matar a ese lobo carnicero que devora por los valles a los rebaños enteros. Que de él se han acordado porque es un hombre de “gerbo”. Que el que lo matara para él sería el premio en arcas municipales ya que en el pueblo de Henarejos un presupuesto muy grande hay para el que rompa su pellejo. Además los donativos de los ganaderos fuertes, si algún cazador furtivo pudiera tener la suerte, el que presente la piel de ese lobo solitario ya tendrá para comer aunque viva noventa años.El Alejandrillo regala treinta reses, otras treinta Faustinillo y Feliciano Cañete.
Ese señor contesta: “Es imposible que vaya, porque estoy comprometido para irme al norte de España, que en la provincia de Lugo los lobos de la montaña se estan tragando a los hombres y a los burros con las cargas. Y en el momento que nieva se les meten en las casas y allí estan “rinconcentrados” los cazadores de carrancas. Yo, como soy un hombre de pecho y espalda o los lobos se me comen o voy a ser algo en España”.
Aquí se acaba la historia de aquel cazador moderno que le parecía que las zorras y los lobos se iban a cazar durmiendo.
El autor de este romance es guarda rural del campo del pueblo de Fuentelespino de Moya. Es natural y criado Clemente Zapata, de apodo “El Chato” porque le gusta más el vino que las cepas el criarlo.
Clementino Zapata, “El Chato” de Fuentelespino de Moya, era mi abuelo materno al que guardo tremenda adoración.
Gracias por compartir este romance y por la emoción que he sentido al leerlo.
Comentari per MERCEDES SIXTO — 29 Setembre 2010 @ 11:40 |